Sonó el timbre. El descanso había terminado. Hansel tuvo que regresar al cuarto de la maquina de caramelos, donde él trabajaba, para seguir combinando edulcorantes y azucares diversos. Disfrutaba viendo a la empalagosa máquina acariciar el almíbar y como este lentamente se iba transformando en un caramelo que jugaba a darse volantines, como un niño.Se apoyo en la pared, el motor rugía un estruendo intermitente. Hansel se deja llevar por este sonido ensordecedor, por su ritmo predecible que de a pocos lo adormece hasta hipnotizarlo dejándolo inmóvil, con la sensación de miles de hormigas caminando por todo su cuerpo, una fina membrana ahora lo envolvía, un palpitar pendular y placentero atravesaba sus pensamientos (acostumbrarte al estruendo, es escuchar el silenció)….placentero.
1 comentario:
Querido y remoto muchacho!!!
qué gusto encontrarte, leerte, dejarse llevar de la mano por la palabra.
un saludo.
G.
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