viernes, 29 de febrero de 2008

hace unos días estaba en la computadora, esperando no se que cosa, cuando derrepente terminá la canción que estaba escuchando (monoblock- suigeneris) y solo escucho un vació... el hombre que no se reconcilia con la sociedad conoce a su mejor amigo, pero este llego con 18 años de retraso, se lamenta (vida de mierda)... los parlantes de mi computadora ya no suenan o si?? es un vació... escucho una vocina y algunas voces, seran de alguna página de esas con música, pero solo tengo abierta una y es la del msn y la del ares... los parlantes continuan sonando distinto escucho a lo lejos una bocina y un motor, hacerco mi oido al peque parlante, esperando que el sonidos sean una de esas interferencias que se dan en nuestros días, solo me había pasado con los telefono publicos donde una vez escuche la radio RPP, radioprogramas del Peru directo en directo todo el peru a la vez, y me quedé fascinando escuchando e imaginando como era eso posible... pero ahora de donde provenía ese sonido parecía de la calle si era de la calle, quiza algun celular que está hablando con mi computadora desde un micro porque escucho esa voz típica del cobrador de combis gritando la ruta, me quedo fascinado escuchando por unos segundos, la maravilla de las interferencias , ojala te escuche por ahi algún día.

lunes, 18 de febrero de 2008



Recital en "La noche" de Barranco. Ese tema de los cuentos.

Trauma

El hombre que no se reconcilió con la sociedad, trató de buscar un acuerdo a lo largo de su vida, dejando incluso su dignidad menguarse. Pero la sociedad no reconoce a la bondad ni a los contratos y a lo mejor si al abuso y a la injusticia.

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El hombre que no se reconcilia con la sociedad siente la coca adentrarse por su nariz… veo sus ojos abrirse mas y mas. Lo miro y no entiendo, que problema tendrá en la vista.
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Hoy, años después, al levantarme temprano vi una mañana con su vestido pomposo hecho de nubes, y una pena infinita me hizo entender, la soledad que deja la incomprensión y lo placentero de la coca.

El carro avanza presuroso, esquivando camiones paquidérmicos, mientras las líneas del centro de la carretera pasaban una detrás de otra, persiguiéndose.
Una mujer quiere cruzar, se queda parada a un lado, siente el viento agitar su falda que cae mas abajo de sus rodillas, ella no parpadea y sus ojos se van secando con el viento ella no parpadea porque espera a algo en la parte mas honda de la carretera, ella no parpadea porque tiene una intuición… no parpadea y sus ojos son la soledad.
El carro avanza y el hombre que no se reconcilia con la sociedad, acelera. Prende el aire acondicionado, y deja secar sus pupilas, observa la carretera muy atento. Mira el retrovisor, y distingue por encima un rostro delicado de una mujer, que lo mira fijamente y lo atraviesa entero…por unos segundos el hombre siente la compañía que le hacía falta durante años, una calidez late en su pecho conservándole la vida, siente su mirada acomodarse en sus parpados y ella es en esos segundos... el acuerdo que lo reconcilia.

Ella presiente que él, la espera, también... y ve el carro que se hunde en la parte mas onda de la carretera.
Pan rancio, recital de San Valentín...

miércoles, 13 de febrero de 2008

Pan de ayer.




Texto, sin nombre (como todos los que escribo)
Texto que recité el día ayer, en el bar y que para el dasayuno ya esta duro Asi que en la mañana me fui a tirar las migas en el parque para que se las coman los pájaros que les gusta sui generis...



(cuando dije tu nombre... y tu... todavía estabas dormida)

Al pedirte que escucharas tu nombre en la oscuridad,
Solo atiné a escapar por el agujero que había en mi boca,
Y transformado en sonido me deslicé sobre el aire que estábamos respirando,
Sobre el aliento nuevo que dejaron nuestras palabras…
Hasta llegar a tus oídos y
Encontrar un agujero similar al de mi boca…
Adentro descubrí una caracola
y su soledad espiralada me llevó hasta la playa invisible que había adentro…

Donde sonaban tus pensamientos
… tus odios eran dinosaurios que daban vueltas a mí alrededor, buscando, hambrientos,
Recuerdos de abuso y opresión.
Y tus pasiones, movimientos sísmicos que aceleraban un latir enigmático de libertad…


Pero ahora, tu nombre se pierde en un vacío…

Caracola sin playa, Ni soledad en espiral
Caracola con ausencia de sismos, que extraña los dinosaurios

Ahora tu nombre sale de mi boca y no encuentra el agujero de tus oídos

Me deja con la mano empujando una puerta hecha de polillas, que nacen del polvo.
Su textura de harina se impregna en mis dedos…

Salen volando como hojas secas que no me deja oír ni mis pensamientos…

Y me quedo dormido en el suelo, mirando mi cama.

lunes, 11 de febrero de 2008

Un momento que viví... cuando sea mas viejo

Esa noche salí del trabajo un poco tarde, me quedé haciendo unas preguntas acerca del informe que tenía que presentar al día siguiente. Al cruzar la puerta de salida miré mi reloj, el cual llevaba ocho minutos de retraso en comparación al día de ayer. Mientras caminaba hacia el paradero las luces de las tiendas llovían sobre los transeúntes y los carros abrían los ojos y avanzaban con cuidado para no tropezar. Ya podía ver el paradero y a unas cuantas personas, contando los segundos de espera en cada parpadeo que daban. Me pare junto a ellos, me dio curiosidad mirar sus rostros. Había una señora que parpadeaba muy rápido como apurada, el viento me ofreció su perfume de señora de zapatos rojos. Yo me quede mirando absorto el color intenso de sus tacos y pasaron unos minutos o quizás segundos cuando freno delante de nosotros una combi, ella no tuvo reparo en darme un empujo y se puso delante mío, abrió la puerta del copiloto y… se quedo unos segundo parada con la puerta abierta y no subió, algo pasó por su mente, y se alejó dando saltitos sobre sus tacos.
Me dejó la puerta abierta y solo pude ver el sitió que pensaba ocupar la señora, entre el copiloto y el chofer. Lo ocupé. El carro avanzaba junto con la manada de carros emigrantes, mientras me acomodaba en el asiento tibio, que temblaba por el motor, y me adormecía. Me deje anestesiar mientras me distraía viendo a los postes que se estrellaban en el parabrisas como pájaros. De pronto recordé que llevaba el libro negro en la mochila, dudé en sacarlo, es un libro muy denso para leer en la combi pensé. Ya tenía unos cuantos viajes en combí sin sacar el libro, así que probé en darle otra oportunidad. Al tenerlo, pasé mi mano por su cubierta sentí su textura rocosa, miré las letras doradas e intenté hacer un acuerdo con el libro para que me de una manito y me ayude a concentrarme en él. Me dispuse a leerlo. Ya empezaba a escuchar mi voz, distinta, como poseída, la escuchaba a la altura de mis ojos en cada línea del libro. De pronto un semáforo y frenó la combí, frenó los postes que revoloteaban agonizantes en el parabrisas y exorcizó mi voz. Tan solo sentí un dedo presionando mi hombro como si fuera un botón. Voltié con suspicacia y me preguntaste:

-¿Que libro estás leyendo?-

-El libro negro con letras doradas- dije pensado en que jamás lo habrías leído.

-Ese libro es muy triste- me dijiste

Y yo no dije nada y me transforme en estatua. Sentí un vértigo estremecer mis dedos y detrás de mis orejas se escucho un vació parecido a una canción, mis ojos se volvieron cámaras de cortometraje y empezaron a filmar tu rostro pálido y lejano con cejas preocupadas y ojos agripados con 38 grados de fiebre.

-Sabías que el autor del libro negro con letras doradas… también pinta- dijiste abriendo
de pronto tus ojos como dos regalos de navidad, parecía que te costaba mucho hablar que te dolía, sentía como te quebrabas con cada palabra.-Sus pinturas son angustiantes… como El Grito de Munch.- tu boca temblaba como con miedo cada vez más. -Aparentemente son perturbadoras, retorcidas pero…tienden a producir un sentimiento más bien alentador, de compañía y comprensión.

Tu mentón maravilloso se arrugó cuando dejaste de hablar y en sus pliegues guardaste el sabor de las lágrimas.
Las luces de la calle alumbraban tu rostro de manera intermitente y presentí tu paciencia para la melancolía, para el viento que llega en las tardes con olores de acantilado. Imaginé que disfrutabas la compañía de una casa abandonada, de un cuarto ajeno a las 11 de la mañana, de un colegio sin alumnos, de un salón de clases lleno de estelas que dejan los niños colgadas. Y pude voltear a mirarte.
La combí avanzaba sin reparo. Me dijiste que te gustaba tomar fotos, especialmente a los insectos, y justo recordé que tenía unas fotos que había tomado hace poco, dentro de mi mochila. Se las mostré, eran diversos tipos de puertas algunas con chapas, unas más viejas que otras, todas de madera:

-Estas puertas tiene ojos en la espalda- me dijiste muy seria. Y la combí frenó en un semaforo

Luego sin decir una palabra te bajaste quedé estupefacto, me volví estatua. Cerraste la puerta, sonreíste mientras enredabas mis ojos en tus cabellos, y desapareciste en la parte más onda de la calle.